sábado, 31 de mayo de 2014

BIG BAD WOLVES

mejor no intentar traducir el título.

NOTA: SPOILER FREE

TARANTINO HEBRAICO.



 PULP FICTION + LA TORAH = BIG BAD WOLVES





Algún día tenía que pasar que los tarantinianos superaran a Tarantino.


 No sorprende nada que Tarantino la considere la mejor película del año, es como barrer para casa. Una cinta que es todo un ritmo y suspense, no pierde ni un minuto, los directores van directo al grano, sin elipsis ni tiempos muertos. El ritmo trepidante se consigue imitando el hábil uso de las canciones que hacía Martin Scorsese en sus años mozos y unos diálogos  que podrían estar perfectamente escritos por Tarantino con una pizca, bueno, más bien un puñado, de humor negro típicamente judaico. Humor negro de ese que te deja un regusto amargo. Pensar que detrás de la gente más aparentemente normal se esconde un  criminal, o que detrás de las personas más cotidianas, familiares, caseras y habituales se esconde un torturador en potencia, y en acto.

 No falta ningún elemento estrictamente tarantínico: torturas, sótanos, humor  negro, situaciones insólitas, diálogos con chispa, grandes peroratas memorables, etc...



Big Bad Wolves, es otra vuelta de tuerca sobre el tema del asesino en serie. Sí, han  oído  bien, el asesino en serie. ¡Qué original! Parece que el psicópata criminal, maníaco o como se le quiera llamar, es definitivamente un animal cien por cien cinematográfico, mal que nos pese a algunos, nos lo encontramos hasta en la sopa. Hace poco ya hablamos de uno en este blog, en la crítica de Maniac. Pues bien, si querías caldo,  toma dos tazas. Aunque, huelga decir que esta cinta aporta bastante novedad, y que el tema del asesino aquí es secundario, casi anecdótico. Todo en esta película está puesto al servicio del ritmo y el suspense. Tengan cuidado  con sus uñas, porque terminarán  comiéndoselas.

























Tema: la venganza. ¿Sobre quien? un inocente profesor del colegio al que algunas pistas dudosas señalan como posible asesino en serie de varias niñas. Sin embargo, a pesar de lo poco claro del caso, el padre de la niña lo tiene clarísimo, así como uno de los policías: es culpable. A falta de pruebas, ambos deciden tomarse la justicia por su mano y obligar al entrecomillas «asesino» a que confiese el lugar dónde ha enterrado el cadáver de la niña.
 Este tema es la excusa para tenernos dos horas en vilo y con el corazón en un puño, pendientes del terrible destino que le depara al pobre desgraciado profesor. Nada más y nada menos. No sé si es porque yo también soy profesor o que, pero tiendo a simpatizar con la víctima, que tiene aspecto de todo, menos de asesino.

 Aparte de un presunto psicópata, un padre torturador del ejército israelí , una niña decapitada, un policía adicto a dar palizas, el espectador también encontrará aquí un profesor que viaja en bicicleta, unos padres sobreprotectores que traen sopa su hijo porque está enfermo, un pastel de cumpleaños con crema por encima.

 El ritmo y la tensión creciente de la película no da ni un minuto para  pensar, y eso, bien mirado, es bueno, porque el trasfondo que tiene esta historia es extremadamente cruel. Al salir del cine, uno se queda  pensando que algo muy jodido está pasando en la sociedad israelí.





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