domingo, 11 de mayo de 2014

GRAN HOTEL BUDAPEST







ÍNDICE SOPORÍFERO: ALTO: ZZZZZ

   Un elenco para parar un tren. Parece el juego de cartas de Cluedo

GÉNERO: Drama melan-cómico nostálgico-cool austrohúngaro con tintes de cómic de Tintín y acción trepidante, intriga hotelera con huida y estilo wesandersoniano.

QUÉ ME HA MOTIVADO A VERLA: La desesperación de un lunes por la tarde. No está en emule ni en ningún rincón de la red.

CONTRAINDICACIONES:Abstenerse alérgicos al inconfundible estilo de Wes Anderson. No recomendada a admiradores de Stefan Zweig o aficionados del cine histórico serio.






LO BUENO: Los primeros veinte minutos. Nos enseña lo que fue un enorme y lujoso hotel, ahora en total decadencia. Inmenso, casi abandonado y amenazando ruina; justo antes del relato de sus pasadas glorias. Consigue crear un aura de misterio muy interesante entorno al dueño del hotel, que pese a ser el amo de todo eso, se aloja en un cuartucho de 3x3 metros con catre.

Logra transmitir muy bien la indefinible pero persistente sensación del esplendor pasado dentro de la ruina presente.

Ese personaje misterioso explicará al visitante (Jude Law) y a nosotros, sentados en una mesa frente a una copa de vino, la historia de cómo pasó de ser  un humilde bedel, "lobby boy", a ser el dueño del hotel entero.

Muy interesante hacia el final, concretamente en los títulos de crédito. No lo digo irónicamente. Mientras salen las letras, hay un muñequito animado la mar de divertido que baila la balalaica. La música de Alexandre Desplat está muy bien.

Sólo dura 90 y pico minutos.


LO MALO: No hay ningún viso de verosimilitud histórica. Como película histórica tiene el mismo valor que Charlie y la fábrica de chocolate. De hecho el hotel mismo parece la fabrica de  Willy Wonka.

Las referencias a Stefan Zweig no sé de dónde han salido pero sólo sirven para confundir. No tiene nada que ver ese escritor con la película, repito NADA.

Los personajes representan estereotipos, son parte del mobiliario, tienen la misma consistencia y profundidad que un tabique de cartón.

Sorprende cómo con un ritmo tan trepidante consigue dar tanto sueño.

Seduce y promete al principio, harta y defrauda a la mitad. El final, bueno, qué decir del final...


ALGÚ HO HAVIA DE DIR: La huida de la prisión del sr. Gustave tampoco es para tanto.

       El mayordomo Gustave frente a la policía segundos antes de emprender la huida a todo trapo.

LO QUE DICE LA CRÍTICA “SERIA”

grupo prisa: Habla del “estilo Anderson”. Es verdad que el director imprime un estilo visual muy característico. Está a medio camino entre le barroco manierista y el horror vacui. Llena los planos hasta la saturación con objetos, colores, guirnaldas, etc. Quedan muy bonitos en las fotos fijas, pero cuando los pones en movimiento empiezan a aturdir.

Dice que “tiene ángel y genio”. Me siento incapaz de discutir sobre esos dos calificativos. Para valorar el primero tendríamos que llamar a un teólogo, para el segundo esperar a que Anderson pase a la posteridad. ¿O no?


grupo zeta: “trasciende el artificio en el que se basa para proponer una mirada única e intransferible”. De acuerdo en la última parte, sólo Anderson hubiera podido hacer algo así (de kitsch), es fiel a sí mismo en eso. Ahora, para nada de acuerdo en que trasciende el artificio. Se queda en el artificio (el hotel de juguete y la trama de risa) y no sale de ahí.

“La secuencia de la fuga de la prisión es muy divertida”; hombre, si la comparamos con el resto, sí. Reconozco que en ese momento alcancé a despertarme un poco y entreabrí un ojo. Luego lo volví a cerrar.

Grupo godo: La habilidad de Salvador Llopart es encomiable. La califica de Muy Buena para acto seguido empezar a rajar de ella a diestro y siniestro; eso sí, lo hace con elegancia. Coincido con él en muchas cosas. Dice de Anderson que es un director de “parroquias” pero no de culto, podemos leer “melancólico”,”estilo retro”, “sensibilidad especial”, “encanto”, hasta aquí muy bien pero no se moja. ¡Mójate Llopart! A lo máximo que llega es a nadar y guardar la ropa cuando dice “se mueve por la fina línea roja que separa la genialidad de la patochada, pisando ambos territorios a la vez”. Muy elegante pero estas afirmaciones a la gallega, no le sirven al espectador para nada. Dígame dónde está la genialidad porque la patochada la veo por doquier. En un momento la clava: “nos encontramos con eso tan peligroso que llamamos estilo”. Algunos directores más que estilos tienen estiletes. Hay estilos que matan. Matan de aburrimiento.


Blogosfera: En general buena acogida aunque no duden en calificar a Anderson de “nerd con hemorroides existenciales”, “gafapastas con ínfulas” y otras lindezas. Ya se sabe, en la red hay licencia para trollear. Referencias ad hominem a parte, consideran esta su “obra cumbre”; no lo niego pero ¿a mí de qué me sirve eso? Coincido en definirla como “cohete supersónico que zigzaguea entre postas olímpicas”. Bravo, ahora bien, repito, tanta velocidad no quita el sueño.



                                Este es el misterioso personaje del cuartucho que les decía antes.

CONCLUSIÓN: Al final todo se queda en un ejercicio de estilo de Wes Anderson, un poco más acelerado de lo normal. Llamativa visualmente, también puede llegar a cansar la vista.



DE QUÉ SE PUEDE HABLAR A LA SALIDA DEL CINE: ¿Una película calificada de genial hecha por un director calificado de genial con un estilo propio e inconfundible ha de ser necesariamente buena?


SEGUNDO VISIONADO: No lo ha habido. Que conste que me gustaría verla otra vez, buena parte la he pasado durmiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario