Ir al cine en nuestro tiempo no es cosa fácil. ¿Cuántos de nosotros no hemos visto tirada a la basura una inversión de diez euros en una película que creíamos interesante que resultó ser un bodrio insoportable? Y al final terminamos durmiendo de mala manera, cuando no roncando, y molestando a nuestros vecinos que nos miran con cara de odio y rencor.
Ir al cine en tiempos convulsos es sólo para valientes o para masoquistas. De la crítica oficial tampoco nos podemos fiar, porque se mueve por designios inescrutables. Entonces ¿Qué nos queda? Poca cosa, sólo humildes iniciativas como esta, que intentan poner al espectador sobre el alerta para que evite pasar un mal rato. Y si lo hace, que lo haga por su cuenta y riesgo, que no diga luego que no lo habíamos avisado. No nos lo agradezcan, esto que estamos haciendo es una tarea humanitaria. Bienvenidos a Ni Cine Ni Sardina.
